Los tres deseos

Cómo les pasaba a todos los leñadores, de solemnidad estaba casado con una mujer que tenía un defecto algo desagradable. Se moría de envidia viendo que las personas que les rodeaban comían lo que les daba la gana y se vestian con trajes hechos a medida. ¡Qué felices seriamos si tuvieramos la mitad de lo que ellos tienan! - decía por los menos tres veces al día.
¿Qué quieres mujer, - respondía el leñador - por mucho que lo lamentes no lo vas a conseguir?.
En estas tierras no existen genios que concedan tres deseos, como en los cuentos.
Ese mismo día el leñador fué al bosque y al ir a cortar un árbol, una luz cegadora le envolvió y una voz atronadora dijo: Jenio más poderoso del mundo y he venido porque estoy harto de oir a tu mujer. Os concedo tres deseos, solo tres ni uno más.
Cuando el leñador llegó a su casa le contó a su mujer lo que había pasado, ella le dijo: Tenemos que pensarlo muy bien, necesito un montón de deseos para estar sin fin pero...¿ y si me pongo enferma?La riqueza no sirve de nada sin salud para disfrutadla pero, tampoco una vida miserable es digna de ser vivida; yo estoy harto de ser tan pobre. Mientras hablaba, la mujer pusó al fuego una olla para hacer sopa de hoja que era lo único que se podía permitir ¡Cómo me gustaría tener buenas salchichas! No había acabado de decirlo cuando un montón de salchichas cayeron por la chimenea. ¿Pero tú eres tonto? - se enfadó la mujer. ¡Ojalá se te pegará a la nariz una salchicha para que tuvieras algo gordo por lo que quejarte! Y, la tontería que dijo se hizó realidad y no hubo manera de quitarsela. Me quiero morir, me has convertido en un moustro de feria - dijo la mujer. No digas eso - dijo el hombre - pediré el tercer deseo que es que te despegue la salchicha de la nariz. Así fué. Al final todos comieron salchichas que por cierto ¡estaban buenísimas!


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